Mucha gente dice muchas cosas sobre Jesús de Nazaret. He escrito estas cartas a mi sobrino, a fin de enseñarle quién fue realmente Jesús. Lo que acá escribo es muy distinto de lo que aparece en los evangelios.
lunes, 13 de septiembre de 2010
1: ¿Existió Jesús?
Querido sobrino:
He tenido mucha alegría al recibir tu carta, después de varios meses sin habernos visto. Con frecuencia pregunto a tu madre por tus estudios, y con mucho beneplácito me he enterado de que ya estás a punto de terminar los estudios de bachillerato. Y, además, también he sabido por tu madre que probablemente te graduarás con honores del liceo. Siempre has sido un chico excepcional; espero que no se lo comentes a nadie, pero siempre te he considerado el más inteligente de todos mis sobrinos, y por eso eres mi preferido.
También me he sentido muy honrado de que me hayas invitado a ser tu padrino de confirmación. A tu edad, la confirmación fue para mí un sacramento muy importante. Mis compañeros en el liceo lo hacían, o bien para complacer a sus padres, o bien como motivo para una reunión social. Supongo que yo era uno de los poquísimos que realmente estaba dispuesto a asumir con plena seriedad el compromiso de confirmación cristiana. Desde niño, yo había quedado fascinado con las historias sobre Jesús que me narraban las monjas y los curas del liceo. Y, cuando alcancé tu edad, me propuse imitar lo más que pudiera a Cristo. Por ello, mientras mis amigos jugaban al fútbol el día antes de la confirmación, yo leía el catecismo y rezaba el rosario.
El día que recibí el sacramento de la confirmación fue uno de los más felices de mi vida. Desde ese momento, sabía que asumiría una vida cristiana rigurosa. Y, naturalmente, decidí asistir al seminario mayor para, eventualmente, hacerme sacerdote. A tu abuela no le pareció buena idea (supongo que ella quería muchos nietos), pero entre el amor a mi madre, y el amor a Cristo, opté por lo segundo.
Como ya debes saberlo, terminé mis estudios en el seminario, pero decidí no ordenarme. Seguramente tu madre te habrá dicho que mi decisión se debió a que me encontré una novia. Pero, ésa no fue exactamente la razón. En realidad, a medida que estudiaba por mi cuenta la vida de Cristo, me di cuenta de que en el seminario me enseñaban apenas medias verdades. Y, a medida que fui profundizando más en el estudio, vine a comprender que aquel personaje que han venido a llamar ‘Jesucristo’ es un timo, una estafa. Muchas de las cosas que se cuentan sobre él en realidad no ocurrieron. Yo prefiero llamarlo ‘Jesús’, pues probablemente así lo llamaba la gente; lo demás es un añadido posterior. La mayor parte de las historias sobre Jesús son un timo, quizás deliberado, quizás no. Sea como sea, el hecho es que lo que tradicionalmente nos enseñan sobre Jesús es un fraude, y ya es hora de denunciarlo.
Sé que tú has sido devoto, y que estás muy entusiasmado por el sacramento de la confirmación. Pero, querido sobrino, lamento tener que rechazar tu invitación a que yo sea tu padrino. Pues, sencillamente, he dejado de creer en la mayor parte de las enseñanzas cristianas. Sé también que has asumido a Jesús como un modelo a seguir en tu vida. Pero, puesto que eres mi sobrino más inteligente, quiero intentar persuadirte de que el Jesús que realmente existió no es el Cristo que nos pintan en la religión. Y, quizás, si bien podría sentir alguna admiración y simpatía por ese Jesús histórico, no es un personaje al cual yo desearía seguir en todos los aspectos de mi vida. No trataré de persuadirte de que no recibas el sacramento de la confirmación; pero al menos sí quiero que consideres a un Jesús muy distinto de lo que hasta ahora probablemente has conocido.
En el seminario me inundaron de referencias y citas a autores antiguos. Sospecho que, debido a esta sobresaturación de datos, a mis compañeros seminaristas no les interesó mucho indagar sobre la vida de Jesús. Contigo, trataré de evadir ese error. Trataré de persuadirte sin recurrir a demasiados datos de fuentes antiguas. Si dudas de alguna referencia que yo te haga a algún pasaje bíblico o a algún autor antiguo, puedes buscarlo tú mismo en tu Biblia, o en el internet.
Creo que nos conviene empezar por lo más elemental: ¿existió Jesús? No debe sorprenderte esta pregunta, pues abundan los personajes ficticios. Cuando eras niño, te gustaba mucho Astérix, pero ya sabrás que el héroe galo no existió. El problema, no obstante, se suscita cuando creemos reales a los personajes ficticios. Algo así le ocurrió a Don Quijote (por cierto, un personaje ficticio) cuando creía que Amadís de Gaula realmente existió. Debemos distinguir, entonces, a personajes reales como Nelson Mandela, Julio César o Maradona, de personajes ficticios como Robin Hood, Batman o Harry Potter.
Pero, ¿cómo saber si un personaje antiguo realmente existió? Supongo que la mejor manera de saber es consultar las fuentes que hacen referencia a esos personajes. Si algún historiador o cronista menciona a un personaje con algún detalle, y sus descripciones son más o menos cotidianas, entonces ahí tenemos un primer indicio. Por supuesto, entre más cronistas haya, y entre más detallistas y creíbles sean sus crónicas, más podemos creer que, en efecto, hacen referencia a un personaje real. Es difícil creer, por ejemplo, que hubo un tal Noé que metió a dos miembros de cada especie viviente en un arca. Además de ser una historia muy inverosímil, sólo el Génesis la narra. No tenemos ninguna otra noticia sobre Noé. El Corán también narra algo sobre Noé, pero esto no es de gran ayuda. Pues, debe haber varias fuentes más o menos simultáneas, de forma tal que no pensemos que la información de un cronista depende de una fuente previa.
Por otra parte, podemos creer con casi absoluta certeza que existió el general Francisco Franco. Hay muchas fuentes sobre su vida, mucha gente aún puede ofrecer testimonio de haberlo conocido, y lo que se comenta sobre él resulta bastante plausible (y, a mi juicio, atroz).
Tú, sobrino, has asumido que Jesús es un personaje histórico. Pero, sospecho que muy probablemente no has sometido a examen si hay suficientes pruebas históricas para afirmar que, el Jesús del cual tanto se habla, efectivamente existió. Veamos si hay tales pruebas.
Obviamente, cuatro libros centran su historia sobre la vida de Jesús. Seguramente los conoces muy bien: los cuatro evangelios, Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los otros libros del Nuevo testamento también hacen referencia a Jesús, aunque no le dedican tanta atención a los aspectos de su vida. Pero, no conviene que te apresures y aceptes que Jesús es histórico, por el simple hecho de que hay cuatro ‘biografías’ sobre él. Pues, debes apreciar que esas ‘biografías’ en realidad no son muy objetivas. Antes bien, fueron escritas por personas que hoy podríamos llamar ‘cristianos’. Y, cuando un cristiano cuenta su biografía sobre el supuesto fundador de su religión, quizás podamos tener algún motivo para dudar de lo que está contando.
Sería mucho mejor si, en la época en la que Jesús supuestamente vivió, o si acaso, poco tiempo después, algún autor no cristiano ofreciera algún detalle confirmatorio de que, en efecto, hubo un tal Jesús que sí existió. El cristiano habría tenido muchos motivos para inventar a un personaje como centro de esa nueva religión, pero el no cristiano no habría tenido ningún motivo para ello. Por ello, si algún autor no cristiano de la supuesta época de Jesús, confirmara que Jesús sí existió, entonces sí podríamos asumir con mayor seguridad que Jesús es un personaje histórico.
De hecho, aparentemente cuatro autores notorios que escribieron poco tiempo después de la supuesta vida de Jesús hacen alguna referencia sobre él. Esos cuatro autores son Flavio Josefo, Tácito, Plinio el Joven, y Suetonio. Y, según parece, eso es suficiente para afirmar que hubo un Jesús histórico. Pero, el asunto no es tan sencillo.
De esos cuatro autores, Flavio Josefo es la más relevante. Josefo fue un judío que se ganó el favor de los romanos cuando los judíos luchaban contra Roma en una guerra devastadora que ocurrió unos treinta y cinco años después de la supuesta muerte de Jesús (es decir, hacia el año 70 de nuestra era). Gracias al favor romano, Josefo se instaló en Roma, y ahí, se dedicó a escribir crónicas sobre la historia del pueblo judío. En una de estas crónicas, las Antigüedades judías, escrita hacia el año 93, Josefo hace dos referencias sobre Jesús. La primera referencia es la siguiente:
“En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, si verdaderamente se le puede llamar hombre. Porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Él era el Mesías. Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los hombres principales entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. Porque él se les apareció al tercer día, vivo otra vez, tal como los divinos profetas habían hablado de estas y otras innumerables cosas maravillosas acerca de él. Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido”.
Si lo lees con detenimiento, te darás cuenta de que es poco probable que Josefo en realidad haya escrito ese pasaje. Josefo era un judío convencional, en otras palabras, nunca tuvo asociación religiosa con las personas que hoy llamamos ‘cristianos’. Fue, por así decirlo, un judío común y corriente. Por ello, es muy implausible Josefo aceptara que Jesús fuese el Mesías, pues precisamente, la abrumadora mayoría de los judíos hasta el día creen que el Mesías aún está por venir. Y, es menos probable aún que Josefo creyese que Jesús se apareciera al tercer día después de su muerte; para el común de los judíos, Jesús murió como cualquier otro mortal, y no resucitó.
Por ello, es muy probable que, al menos los pasajes que enuncian a Jesús como el Mesías, así como la sugerencia de su resurrección, no sean pasajes auténticamente compuestos por Josefo. Antes de la era de la imprenta (como sabrás, fue inventada en el siglo XV), los libros eran copiados como manuscritos por escribas. Ahora bien, al copiar los manuscritos, el escriba tenía a su disposición la oportunidad de copiarlos a su antojo, y suprimir o interpolar textos en el manuscrito. Dado que, en el pasaje que he citado, Josefo parece mencionar algo que no concuerda con lo que conocemos sobre su vida, es muy probable que, siglos más tarde, algún escriba cristiano interpolara en el texto la referencia a Jesús como el Mesías, y a su aparición tres días después de su muerte. Así, el escriba habría dado la apariencia de que Josefo daba testimonio, no sólo sobre la existencia de Jesús, sino sobre su identidad como Mesías y su resurrección. En alguna otra carta te explicaré que esta práctica de interpolación no ha afectado sólo al texto de Josefo; inclusive los mismos evangelios tienen interpolaciones.
En otro rincón de las Antigüedades judías, Josefo hace otra referencia a Jesús: “Ananías, que disponía de una ocasión favorable porque Festo había muerto y Albino estaba aún de camino, convocó al sanedrín de jueces y llevó ante él al hermano de Jesús, que es llamado Mesías, de nombre Santiago, y a algunos otros”. A diferencia del otro pasaje, este pasaje no resulta muy controvertido, pero es cuestionable hasta qué punto Josefo reconociera que Jesús era llamado el Mesías. Por eso, también es razonable dudar (aunque en menor grado) de que el pasaje realmente proceda de Josefo; quizás proceda de algún copista medieval que quería ajustar la crónica de Josefo a sus propias creencias cristianas.
Tácito, un historiador romano, escribió en el año 116 de nuestra era los Anales, una crónica sobre la historia de Roma. En su descripción del incendio que se produjo en Roma durante la época de Nerón, Tácito escribe:
“Por tanto, para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos que el vulgo llama ‘cristianos’, un grupo odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien, bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente la nociva superstición se extendió de nuevo no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo”.
El pasaje anterior de Josefo enaltece a Jesús, y puesto que Josefo no era cristiano, debe resultarte muy sospechoso que, en efecto, Josefo es su autor. Pero, en cambio, el pasaje de Tácito desprecia a los cristianos, y por ende, debería resultar bastante probable que sea auténtico, de manera tal que, aparentemente, Tácito sirve como confirmación no cristiana de que Jesús existió.
También, en una carta al emperador Trajano hacia el año 112, el legislador romano Plinio el Joven hacía referencia a los cristianos, quienes bajo su testimonio, se rehusaban a rendir culto al emperador, y optaban por rendir culto a Cristo. Otro historiador romano no cristiano, Suetonio, autor del tratado Las vidas de los doce césares hacia el año 121, también parece confirmar la existencia de Jesús, al hacer referencia al emperador Claudio: “Como los judíos estaban efectuando disturbios constantemente instigados por Cresto, él [Claudio] los expulsó de Roma”. Es notable que Suetonio emplea ‘Cresto’ (chrestus) como un nombre propio, y no como un título, cuestión que parece confirmar su ignorancia respecto a los detalles de las creencias cristianas. En este sentido, el autor de este texto no parece ser un cristiano, y por ende, es muy probable que sea genuino y no se trate de una posterior interpolación cristiana.
Estas cuatro referencias procedentes de autores no cristianos, entonces, parecen confirmar que Jesús sí existió. Pues, a diferencia de quienes escribieron el Nuevo testamento, estos autores no tendrían ningún motivo religioso para afirmar la existencia de Jesús. No obstante, a excepción de la referencia de Josefo, las fuentes no cristianas que te he señalado en realidad no son un testimonio claro e inequívoco respecto a la existencia de Jesús. Antes bien, son mucho más referencias sobre la existencia de cristianos, es decir, de personas que siguen a un personaje, pero no son referencias directas sobre la existencia de ese personaje en particular.
Tácito sí señala que hubo un tal Cristo que murió bajo Pilatos, pero no ahonda en detalles. Y, como tal, Tácito no ofrece testimonio directo sobre la existencia de Jesús, sino sobre personas que creían que Jesús había muerto bajo Pilatos. Igualmente, Plinio el Joven y Suetonio se limitan a hacer referencia a seguidores de Cristo, pero no propiamente al personaje claramente definido. Por ello, me parece que los testimonios de Josefo, Tácito, Plinio el Joven y Suetonio son muy tenues, y no me parecen prueba contundente de que hubo un personaje real llamado ‘Jesús’.
Incluso, quizás haya buenas razones para dudar de la existencia de Jesús. Quizás Jesús fue un personaje mitológico inventado por los primeros cristianos, en especial por Pablo, el principal promotor de la naciente religión cristiana. El mero hecho de que las fuentes no cristianas no sean precisas respecto a la existencia de Jesús no es motivo suficiente para asumir que Jesús no existió. Pero, algunos otros hechos arrojan alguna duda sobre Jesús como personaje histórico.
En el Nuevo testamento, la referencia más antigua sobre Jesús no procede de los evangelios, sino de las cartas escritas por Pablo; si lo deseas, en otra carta puedo explicarte cuál es, grosso modo, el orden cronológico en que se escribieron los documentos que conforman el Nuevo testamento. Pero, por ahora, puedes conformarte con saber que los documentos más tempranos del Nuevo testamento son las cartas de Pablo.
Ahora bien, en sus cartas, la presentación que Pablo hace de Jesús dista de ser la presentación de un personaje histórico. Si bien Pablo menciona algunos detalles sobre la vida de Jesús, éstos no van más allá de la mención de su crucifixión y resurrección, y la celebración de la eucaristía. Quizás sea viable pensar que, si Jesús habría sido un personaje real, Pablo, el primero en haber hecho referencia a Jesús, habría incluido más detalles sobre la vida de Jesús en sus escritos. Pero, puesto que Pablo no incluyó estos detalles, entonces sería razonable postular que Jesús no fue un personaje histórico.
Antes bien, Jesús habría sido un personaje más afín a la mitología griega o, quizás, a la personificación de conceptos. Si alguna vez has leído el libro de Proverbios en el Antiguo testamento, verás que en este libro se personifica a la Sabiduría (en rigor, deberíamos llamar a las escrituras de los judíos ‘Tanaj’, tal como los judíos lo llamaban, pero para evitar confusiones, yo optaré por emplear el término cristiano ‘Antiguo testamento’). Y, puesto que en la literatura antigua de los judíos era relativamente común personificar conceptos, quizás Pablo habría personificado conceptos propios de su cosmovisión en la figura de Jesús. Y, a partir de la fabricación literaria de Pablo en torno a Jesús como concepto personificado, las siguientes generaciones de cristianos habrían perdido de vista que Jesús se trataba de una alegoría, y no propiamente de un personaje histórico.
O, si no, el personaje de Jesús habría sido una versión judía de las religiones mistéricas helénicas, muy prominentes en el mundo mediterráneo de la época. En especial, Jesús emularía los ciclos narrativos en torno al morir y renacer de los dioses Osiris y Dionisios, de la mitología egipcia y griega, respectivamente. Si bien el judaísmo era estrictamente monoteísta, los judíos habían estado sometidos a la influencia griega desde por lo menos tres siglos antes de nuestra era. Y, la susceptibilidad de los judíos a la influencia griega habría conformado una nueva religión mistérica en torno a un personaje parecido a Dionisios (el dios del vino, que en los festivales moría y renacía), pero enmarcado en el contexto histórico judío del siglo I.
Probablemente nunca habías escuchado esta hipótesis. Tus maestros cristianos asumen que Jesucristo fue Dios y hombre a la vez, y en ese sentido, estiman que Jesús sí fue un personaje de la historia. Hasta que empecé a estudiar con cierta profundidad la vida de Jesús, yo tampoco había escuchado la hipótesis de que Jesús nunca existió. Ahora que la conozco, no sé bien qué pensar sobre ella. Si bien deja espacio para la duda, no la encuentro demasiado convincente, y me inclino a pensar que Jesús sí fue un personaje histórico. En eso, al menos, sí coincido con tus maestros cristianos. Te explicaré por qué.
Cuando alguien inventa un personaje como centro de una nueva religión, probablemente presenta a un dios apoteósico. Piensa, por ejemplo, en el Cid Campeador. Ciertamente el Cid existió, pero muchas de las cosas que se cuentan sobre él son leyendas. Y, muchas de esas leyendas presentan al Cid como un personaje muy valiente y muy fuerte. Por el contrario, si hubiera historias contadas por los mismos cristianos durante la Reconquista, en las cuales presentan al Cid como un personaje cobarde o raquítico, entonces probablemente esas historias serían verdaderas. Pues, nadie inventaría una historia sobre un héroe o dios con detalles vergonzosos.
Podemos extender este mismo criterio a Jesús: si se cuentan algunas historias sobre Jesús, las cuales posiblemente habrían hecho avergonzar a los primeros cristianos, entonces esas historias probablemente sean verdaderas. Si Jesús es una invención afín a un dios griego, sus inventores no señalarían que provendría de una comarca despreciada como Nazaret. Antes bien, los inventores de un dios o un personaje majestuoso colocarían como lugar de procedencia un lugar mucho más prominente, como por ejemplo, Jerusalén, o alguna ciudad griega o romana. Y, también diríamos lo mismo respecto a la muerte por crucifixión: si bien el tema mitológico del morir y renacer es prominente en los ciclos sobre Osiris y Dionisios, las muertes en cuestión suelen ser apoteósicas. Jesús, por su parte, murió por crucifixión, un método bastante humillante. Por ello, es poco probable que los autores del Nuevo testamento, quienes demuestran veneración por Jesús, hayan inventado un hecho humillante sobre Jesús; si el hecho humillante está presente en los evangelios, probablemente fue porque así ocurrió.
Hay, además, otra razón para pensar que Jesús sí fue un personaje histórico. El hecho de que Pablo reseñe en sus cartas que él mismo se reunió con personas que conocieron directamente a Jesús (entre ellos sus propios hermanos) permite sostener, con cierto grado de certeza, que hubo un Jesús histórico. Pues, los relatos sobre dioses suelen estar los suficientemente alejados de la cotidianidad como para impedir que se alegue un contacto directo e inmediato con ellos. Negar la existencia de Jesús como personaje histórico implicaría negar la existencia de personas que, según Pablo, lo conocieron directamente, en particular Pedro y Santiago, el propio hermano de Jesús (te sorprenderá saber que Jesús tuvo hermanos, pero en otra carta puedo explicarte por qué esto es probable). Puesto que resulta mucho más difícil negar la existencia de estos personajes, es razonable postular que Jesús sí existió.
En todo caso, creo que podemos dar un mínimo voto de confianza a los evangelios. Harías bien en sospechar de lo que los evangelios narran, pero al menos podrías aceptar que, detrás de todo el ropaje mitológico en torno a la figura de Jesús, yace un personaje histórico. Creo que nos resultaría conveniente distinguir entre ‘Jesús’ y ‘Jesucristo’. Jesús es la persona que probablemente murió crucificado en Jerusalén en el siglo I. ‘Jesucristo’ es el personaje mitológico que, al tomar como referencia al Jesús histórico, supuestamente nació de una virgen, hizo milagros, resucitó, es Dios hecho hombre, y regresará para juzgarnos. En futuras cartas, puedo explicarte por qué yo considero que Jesucristo es un timo; en otras palabras, no creo que ese Jesucristo haya existido. Pero, si bien me queda alguna pequeña duda, yo estimo que sí hubo un Jesús histórico y que, a diferencia de Jesucristo, ese Jesús histórico no es un timo.
Espero que nos veamos pronto, se despide con mucho afecto, tu tío Gabriel.
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