lunes, 13 de septiembre de 2010

3: ¿Nació Jesús en Belén?




Querido sobrino:

Estoy muy emocionado al saber que ya pronto nos reuniremos todos en familia para las navidades. Ciertamente, para mí la navidad es una época maravillosa. Cuando estaba en el seminario, era una de las épocas del año que yo más anhelaba. Pues, si bien mis compañeros seminaristas eran muy amables, a veces me sentía muy solo. Y, regresar a casa, a compartir con tu abuela, tus padres, tus hermanos y tú mismo, siempre era para mí un enorme motivo de alegría. Además, la historia del nacimiento de Jesús me resultaba muy conmovedora, y eso aumentaba aún más mi emoción por esas fechas.
Hoy, la navidad sigue siendo para mí una época especial. Me encantan los belenes, los villancicos, las cenas, los regalos. Pero, me temo que debo admitir que se trata de una celebración sobre eventos que nunca ocurrieron. Por supuesto, Jesús nació (¡todas las personas han nacido!), pero creo que no nació bajo las circunstancias que narran los evangelios. Te explicaré por qué.
Seguramente conoces muy bien la historia del nacimiento de Jesús: un ángel anuncia a María que, aún siendo virgen, concebirá a un niño por obra y gracia del Espíritu Santo. María vive junto a su esposo José en Nazaret, pero por órdenes de las autoridades romanas, los esposos deben emigrar a Belén, a fin de celebrarse un censo. Los esposos se dirigen a Belén en un viaje lleno de travesías, y puesto que son foráneos en ese pueblo, no encuentran albergue, con el agravante de que María está a punto de dar a luz. Puesto que no son aceptados en ningún albergue, María y José se refugian en un establo, y ahí nace Jesús. A los pastores de Belén se les aparece un ángel para anunciarles que vayan a adorar al niño. Al mismo tiempo, unos magos que proceden de Oriente siguen una estrella para adorar al niño. Los magos hacen una parada en Jerusalén, y se entrevistan con el rey Herodes. Éste pide a los magos que vayan a Belén y adoren al niño, y que regresen a informarle sobre su ubicación exacta. Los magos siguen la estrella hasta Belén, adoran al niño, pero regresan a su país sin volver a Herodes. Éste, en un intento por eliminar a Jesús, ordena la matanza de todos los niños en Belén, pero precavidamente, José y María huyen a Egipto antes de esta tragedia.
Pero, debo advertirte algo: si bien parece un relato muy coherente, en realidad, esta historia es una aglutinación de dos relatos que, tomados por separados, son bastante diferentes entre sí. De los cuatro evangelios canónicos, sólo dos, Mateo y Lucas, narran el nacimiento de Jesús. Marcos inicia su narrativa con un Jesús ya adulto, y Juan prescinde de la infancia de Jesús en su narrativa, y opta más bien por una introducción marcadamente teológica respecto a la identidad divina de Jesús.
Es significativo que Marcos, el más antiguo de los evangelios, no incorpore narrativas sobre el nacimiento de Jesús. Pues, si suponemos que, entre más antiguo es un documento, más fidedigno resulta en tanto es más próximo a los acontecimientos, entonces es razonable sospechar que las tradiciones no incluidas en Marcos tienen más probabilidades de ser elaboraciones posteriores. Como te mencionaba en mi carta anterior, no obstante, que Mateo y Lucas se han nutrido de la fuente Q, la cual es probablemente incluso más antigua que Marcos; pero, puesto que probablemente la fuente Q estaba conformada sólo por dichos, las tradiciones respecto al nacimiento de Jesús no proceden de ella. También es significativo que, fuera de Mateo y Lucas, el Nuevo testamento no ofrece detalles respecto al nacimiento de Jesús, cuestión que, una vez más, constituye un primer indicio para sospechar la historicidad de estos acontecimientos.
La piedad cristiana se ha esforzado en aglutinar lo mejor posible los relatos de Mateo y Lucas para dar la impresión de que ambos relatan una misma secuencia de eventos. Y, me parece que en particular, los cineastas tienen un gran talento para cortar y pegar las historias divergentes sobre la natividad, y hacer de ellas una narrativa coherente. Por ello, creo necesario aclarar sus diferencias y conceder crédito literario a cada evangelio por separado. Los reyes magos, la estrella de Belén, la huida a Egipto y la masacre de los inocentes, proceden de Mateo. La anunciación, el censo, la migración a Belén y la adoración de los pastores, proceden de Lucas.
En los dos primeros capítulos de Mateo, se narra que José había adquirido un compromiso nupcial con María, pero aún no había tenido relaciones sexuales con ella. No obstante, José se dio cuenta de que María estaba encinta, y en vista de ello (creyéndola adúltera), se dispuso a repudiarla, pero sólo en privado, para no humillarla públicamente. Sin embargo, en sueños, a José se le apareció un ángel, quien le informó que María había sido engendrada por el Espíritu Santo, y daría luz al salvador. Tras esto, José desistió de repudiar a María. Después de que Jesús nació en Belén, los magos provenientes de Oriente se presentaron en Jerusalén para preguntar dónde había nacido el niño, pues habían visto una estrella que indicaba el nacimiento del rey de los judíos. El rey Herodes consultó a sus escribas dónde nacería este rey, y ellos le informaron que sería en Belén. Así, Herodes envió a los magos a Belén, y les pidió que regresaran a él para que le informaran la ubicación exacta del niño. Con la estrella por delante, los magos fueron a Belén y adoraron al niño. Un ángel les anunció por sueños que no regresaran a Herodes, de forma tal que los magos tomaron otro camino de regreso a su país. El ángel también se apareció a José y le ordenó que emigrara junto al niño y la madre a Egipto, pues Herodes tenía intención de matar al niño. Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos se habían ido por otro camino, ordenó ejecutar a todos los niños menores de dos años en Belén. José permaneció en Egipto hasta la muerte de Herodes, y una vez muerto éste, un ángel le avisó por sueños que regresara a Israel, cuestión que cumplió. Pero, José se retiró a Nazaret en la región de Galilea, porque temía a Arquelao (hijo de Herodes), quien reinaba la provincia de Judea (de la cual formaba parte Belén).
Si lees con cuidado, observarás que el relato de Lucas es muy diferente. Mientras que en Mateo se aparece un ángel a José para anunciar que María ha sido engendrada por el Espíritu Santo, en Lucas el ángel se aparece directamente a María para anunciarle que dará a luz a un niño. María responde que no ha conocido varón (un eufemismo para señalar que es virgen), y el ángel responde que será engendrada por el Espíritu Santo. Lucas afirma que María y José vivían en Nazaret (Lucas 1: 26). Pero, mientras María estaba embarazada, el emperador César Augusto ordenó un censo cuando Cirino era gobernador de Siria. Puesto que José era descendiente del rey David, y éste era originario de Belén, José tuvo que emigrar de Nazaret a Belén para empadronarse. Al llegar a Belén, a María se le cumplió el tiempo del embarazo, y tuvo que dar a luz en un pesebre, porque no tenían albergue. De manera tal que, en Mateo, no hay mención respecto a las dificultades en la labor de María, mientras que en Lucas, se menciona que María, encinta, tuvo que viajar de Nazaret a Belén (un recorrido de *** kilómetros, pero el cual suponía una travesía, dado lo irregular del terreno), y además, tuvo que parir en un pesebre, pues no había albergue. En Mateo, al niño lo adoran los magos; en Lucas, el niño es adorado por unos pastores, a quienes se les aparece un ángel para anunciarles el nacimiento del Cristo salvador.
Como podrás apreciar, Mateo y Lucas presentan una importante contradicción respecto a la región de origen de José y María. Si bien Mateo no hace explícito que María y José vivían en Belén, sí lo presume. Pues, narra que Jesús nació en Belén, sin hacer ningún esfuerzo por explicar cómo sus padres llegaron a esa comarca, de forma tal que Mateo asume que María y José eran originarios de Belén. De lo contrario, Mateo habría explicado cómo ocurrió la migración a Belén. De hecho, tras la muerte de Herodes, Mateo sí ofrece razones para explicar el establecimiento en Nazaret (José temía a Arquelao), y este esfuerzo por explicar el establecimiento en Nazaret supone que María y José eran originarios de Belén, y que las circunstancias los obligaron a migrar a Nazaret.
Lucas, por su parte, sí es explícito respecto a Nazaret como lugar de origen de María y José (Lucas 1: 26-27). Pero, con todo, Lucas narra, en concordancia con Mateo, que Jesús nació en Belén. Ahora bien, el hecho de que, ambas historias se contradicen respecto al lugar de origen de María y José, pero coinciden en que Jesús nació en Belén, permite suponer que el lugar de nacimiento de Jesús tiene una altísima significación en ambas historias.
Creo que es bastante obvio que a Jesús se le consideraba un galileo, procedente de la comarca de Nazaret, tanto así que el título ‘Jesús de Nazaret’ recapitula su origen. Ahora bien, la región de Galilea, y en especial las comarcas pequeñas como Nazaret, eran víctimas del prejuicio que, como en muchos lugares, se siente hacia los provincianos. El evangelio de Juan refleja esta cuestión cuando narra que Natanael, un futuro discípulo de Jesús, al enterarse de que éste provenía de Nazaret, pronunció: “¿De Nazaret puede haber cosa buena?” (Juan 1: 46).
Entonces, Nazaret, según parece, era una comarca despreciada, y en el entendimiento de los autores de Mateo y Lucas, no podía ser el lugar de origen de Jesús. La grandilocuencia atribuida a Jesús a lo largo de los evangelios no es fácilmente conciliable con un origen en una comarca marginada, y una vez más, el evangelio de Juan ofrece pistas respecto a la inquietud generada por el lugar de procedencia de Jesús, pues si Jesús era el mesías, entonces resultaba incómodo que procediese de Galilea: “Otros decían: ‘Éste es el Cristo’. Pero otros replicaban: ‘¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?” (Juan 7: 41-42). Para los evangelistas, no era fácil esconder el origen galileo de Jesús, pues su gentilicio era notorio. Pero, los autores de Mateo y Lucas tenían la opción de, si bien conservar a Nazaret como su lugar de crianza, establecer a Belén como su lugar de nacimiento.
Si bien Belén también era una comarca sin mucho esplendor en la época de Jesús, sí tenía una gran significación simbólica. Pues, según se estimaba, era el sitio de origen del rey David, y también se creía que el mesías debía ser un descendiente de David. Y, en la interpretación que los autores de Mateo y Lucas hacían de las escrituras sagradas judías, consideraban que el Mesías debía proceder de Belén, pues así había sido profetizado. Así, puesto que en el entendimiento de los autores de Mateo y Lucas, Jesús es el mesías, entonces su lugar de nacimiento hubo de ser Belén.
Mateo es bastante explícito respecto a la importancia de que Jesús naciera en Belén. Cuando Herodes se entera de que los magos han venido a adorar a Jesús, pregunta a sus escribas dónde ha de nacer el mesías, y éstos le responden: “En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel” (Mateo 1: 5-6). El profeta al cual aluden los escribas es Miqueas, y en el libro de Miqueas 5: 1-3, se recapitula la cita. Mateo, el más judío de los evangelios, contiene numerosas paráfrasis de las escrituras judías. Y, la vasta mayoría de estas paráfrasis tienen el propósito de demostrar que en Jesús se cumplen las profecías que, a juicio del autor de Mateo, anunciaban al mesías.
De manera tal que, probablemente, frente a la convicción de que Jesús era el mesías, el autor de Mateo se dio a la tarea de buscar en las escrituras sagradas judías anuncios mesiánicos, y al encontrar ese pasaje en Miqueas, el cual no anuncia expresamente que el mesías provendría de Belén, sino que un caudillo (sin definir si es o no el Mesías) provendría de esa localidad, consideró que Jesús debió haber nacido en Belén. En este sentido, en la narrativa de Mateo, Jesús nace en Belén para hacer cumplir la profecía de Miqueas 5: 1-3. Ya te he explicado por qué las tradiciones que hacen cumplir las profecías son muy poco fiables: es más probable que estas tradiciones no provengan de una genuina información, sino de un deseo por parte del evangelista para que la profecía se cumpliera.
Lucas, el evangelio que más está dirigido hacia los no judíos, no tiene la misma cantidad de paráfrasis de las escrituras sagradas judías como Mateo, y no hace explícito que Jesús naciera en Belén para hacer cumplir las profecías mesiánicas, pero con todo, afirma que Jesús nació en Belén. El evangelio de Lucas es independiente del de Mateo (es decir, se compusieron sin que el uno influyera sobre el otro), de forma tal que la cita de Miqueas en Mateo no fue lo determinante para establecer la tradición según la cual Jesús nació en Belén, pues el autor de Lucas, aún sin contemplar esa profecía en particular, afirma el nacimiento de Jesús en Belén. Probablemente, independientemente de la profecía de Miqueas, puesto que se asumía que el mesías sería un descendiente de David, y éste era originario de Belén, entonces se concluía que el mesías debía proceder de Belén.
Mateo y Lucas sólo coinciden en el hecho de que Jesús nació en Belén. A diferencia de Mateo, Lucas inicia su narrativa en Nazaret. Pero, si José y María eran originarios de Nazaret, ¿cómo, entonces, estaban en Belén justo en el momento en que Jesús nació? Para responder a esta inquietud, el autor de Lucas incorpora a su narrativa un evento que, muy probablemente, no ocurrió, pero que sirve a su propósito de hacer nacer a Jesús en Belén. Según lo narrado en Lucas, las autoridades romanas ordenaron un censo en todo el mundo, el cual exigía a cada familia asentarse en las comarcas de origen de su linaje. José, quien era descendiente de David, hubo de emigrar a Belén para empadronarse, y así se explica cómo Jesús nació en Belén.
Existen buenas razones para sospechar de la historicidad de este relato. Lucas narra que el censo fue ordenado por el emperador César Augusto (Lucas 2:1). Este personaje, el primer emperador de Roma, vivió entre el año 63 antes de nuestra era y el 14 de nuestra era, de manera tal que es bastante plausible que Jesús hubiese nacido bajo su gobierno. Ahora bien, Lucas también narra que el censo tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino (Lucas 2: 2). En efecto, hubo un gobernador de Siria llamado Cirino, y Josefo narra que Cirino llevó a cabo un censo, el cual, incluso, generó una revuelta entre los judíos, pues estimaban al censo una medida opresiva para asegurar el pago de tributo a los romanos.
Pero, allí donde Lucas narra que el censo había sido ordenado para todo el mundo (lo cual, en el contexto romano, se refería a todo el imperio romano), Josefo narra que sólo ocurrió en Judea y Siria; ni siquiera en Galilea, la región original de José y María. Resulta mucho más plausible la versión de Josefo que la de Lucas. Si bien los romanos tenían un gran talento administrativo, es muy implausible que ordenaran un censo para la totalidad del imperio. Ello supondría una enorme coordinación de funcionarios diseminados a lo largo de un extensísimo territorio con vías de comunicación precarias.
Y, sería sencillamente descabellado que las autoridades romanas solicitasen a sus súbditos que regresasen a las ciudades de sus antepasados para empadronarse. Hacerlo así habría exigido un control minucioso de la genealogía de cada empadronado, así como migraciones masivas (las cuales suponían una interrupción de las actividades económicas) con el solo objetivo de inscribirse en un censo. Como en la mayor parte de los censos emprendidos a lo largo de la historia, lo más probable es que el censo de Cirino hubiese exigido que las personas se empadronasen en sus lugares de residencia y trabajo.
Según la noticia de Josefo, el censo ordenado por Cirino sucedió el año 6 de nuestra era. Herodes Arquelao, hijo de Herodes el Grande, había heredado el gobierno de Samaria, Judea e Idumea tras la muerte de su padre. Pero, en el año 6 Arquelao, en vista de continuos abusos durante su reinado, fue exiliado por los romanos a Galia. Y, en su lugar, los romanos asignaron a Cirino como gobernador de Siria, quien tomó la iniciativa del censo al asumir el poder. Ahora bien, esto implica que, para el momento del censo, Herodes el Grande ya había muerto. De hecho, el mismo Josefo anuncia que Herodes el Grande murió el 4 antes de nuestra era. En vista de esto, el censo de Cirino ocurrió diez años después de la muerte de Herodes el Grande.
Esto acarrea una evidente dificultad. Pues, Herodes el Grande juega un papel importante en la narrativa de Mateo sobre el nacimiento de Jesús, y si bien Herodes el Grande es una figura marginal en la narrativa de Lucas, éste señala que los acontecimientos que inmediatamente precedieron al nacimiento de Jesús (sobre los cuales volveremos más adelante) sucedieron en los días de Herodes (Lucas 1: 5). De manera tal que, por una parte, Mateo y Lucas señalan que Jesús nació durante el reinado de Herodes, pero por otra parte, Lucas informa que Jesús nació durante el censo de Cirino, ¡diez años después de la muerte de Herodes! Esta contradicción indica que, o bien Jesús no nació bajo el reinado de Herodes, o bien no nació durante el censo de Cirino.
Es más probable que Jesús haya nacido durante el reinado de Herodes, quizás en una fecha cercana a su muerte. Y, siendo esto así, la historia sobre el censo de Cirino debe considerarse un ingenioso (pero fallido) intento del autor de Lucas para justificar el nacimiento de Jesús en Belén, valiéndose de un hecho conocido (el censo), pero ubicándolo erróneamente en la cronología.
Ahora bien, aún si el censo de Cirino como contexto para el nacimiento de Jesús puede considerarse legendario y, por ende, la narrativa de Lucas respecto al nacimiento en Belén puede ser desechada, todavía queda por evaluar la narrativa de Mateo. Lo mismo que Lucas, Mateo enfrenta el hecho de que Jesús era ampliamente reconocido como un galileo, y Nazaret como su ciudad de procedencia. Allí donde Lucas busca explicar cómo María y José, siendo originarios de Nazaret, se encontraban en Belén en el momento del nacimiento de Jesús; Mateo busca explicar cómo María y José, siendo originarios de Belén, se asentaron en Nazaret después del nacimiento de Jesús. Te recuerdo que, según Mateo, José y María eran originarios de Belén, pero tuvieron que emigrar a Egipto y, al regresar de Egipto, prefirieron asentarse en Nazaret, pues temían a Arquelao, el hijo de Herodes.
En otra carta te explicaré que la huida a Egipto, y la matanza de los inocentes (la cual, en el relato de Mateo, motiva la huida) son probablemente eventos legendarios. Pero, aún si no se asumen como legendarios, es muy impreciso que José se asentase en Nazaret por temor a Arquelao. ¿Por qué habría José de temer a Arquelao, más allá de los motivos comunes para temer a cualquier rey de la antigüedad?
Mucho más que el temor a Arquelao, Mateo ofrece una razón de mayor peso para explicar por qué José se estableció en Nazaret una vez que regresó de Egipto: “y se fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por los profetas: ‘será llamado Nazoreo’” (Mateo 2: 23). Una vez más, el autor de Mateo, el más judío de los evangelios, encuentra afán en buscar en las escrituras judías referencias mesiánicas, y presenta los hechos de la vida de Jesús como cumplimiento de estas profecías. De manera tal que, a juicio del autor de Mateo, Jesús crece en Nazaret porque así fue anunciado por los profetas. Esta profecía no aparece claramente en ningún lugar del Antiguo testamento. Existe la posibilidad de que el autor de Mateo tuviera en mente que Jesús fuese un nazir, a saber, una figura ascética judía consagrada a Dios, y con eso, recapitularía el pasaje de Jueces 13: 5. En todo caso, Mateo no insiste sobre el posible estatuto de nazir de Jesús, y sólo se conforma a atribuirle el título ‘nazoreo’ a partir de su lugar de crianza. Una vez más, en vista del énfasis que Mateo coloca sobre la migración a Nazaret como parte del cumplimiento de la profecía, este evento no es históricamente confiable.
En este sentido, si Jesús, como aparece en múltiples rincones de los evangelios, era identificado como un galileo procedente de Nazaret, entonces muy probablemente Jesús nació en Nazaret. Que Jesús fuera oriundo de Nazaret no sólo es constatado por las múltiples referencias sobre su procedencia, sino también por el hecho de que la procedencia de Nazaret era vergonzosa. Y, como tal, es muy poco probable que los evangelistas hayan inventado una procedencia vergonzosa. En cambio, el nacimiento en Belén es lo opuesto a la vergüenza (en tanto recapitula una profecía mesiánica), y como tal, es mucho más probable que sí haya sido inventado por los autores de Mateo y Lucas.
Además del nacimiento en el pesebre de Belén, hay otros elementos muy populares en torno a la historia del nacimiento de Jesús, pero una vez más, me resulta poco probable que hayan ocurrido así. Por ejemplo, es común creer que Jesús nació un veinticinco de diciembre y que, en el pesebre, José, María y el niño estuvieron acompañados por una mula y un buey.
A decir verdad, no hay el menor indicio en el Nuevo testamento de que Jesús hubiera nacido en esa fecha, o de que María, José y el niño estuvieran acompañados por una mula y un buey en el pesebre. Mateo y Lucas mencionan que Jesús nació bajo el reino de Herodes, lo cual estipula que Jesús no pudo haber nacido después del año 4 antes de nuestra era. Pero, no ofrecen ninguna indicación respecto a qué época del año pudo haber nacido Jesús. Es un hecho, no obstante, que la celebración de la navidad el veinticinco de diciembre es muy antigua, pero no es precisable cuándo en particular se fijó esa fecha como día de celebración del nacimiento de Jesús, a pesar de que parece remontarse al siglo III.
Sí me resultan más claros, no obstante, los motivos por los cuales se escogió esa fecha para celebrar la navidad. Bajo el calendario juliano (concebido en Roma y seguido por la civilización Occidental hasta que fue ligeramente corregido por el vigente calendario gregoriano en el siglo XVI), el veinticinco de diciembre es el solsticio de invierno, a saber, el día menos largo del año. Y, los romanos tenían ocasión religiosa de esperar el solsticio, pues celebraban que, después de un ciclo de decadencia, el sol renacería. El culto al sol en esta fecha probablemente se originó en la religión mitraica (una religión marcadamente ritualista procedente de Persia, muy popular entre los romanos). En el siglo III, el emperador romano Aureliano ofreció aval público a esta celebración, e instituyó el culto al sol invictus, el dios solar invicto.
Probablemente como una concesión al paganismo romano en el marco de una estrategia proselitista, los cristianos vieron ventajoso celebrar el nacimiento de Jesús el mismo día que se celebraba el culto al sol invictus, con la esperanza de atraer romanos a la religión cristiana. Y, puesto que el Nuevo testamento no especifica cuándo nació Jesús, los cristianos no vieron mayor problema en celebrarlo el veinticinco de diciembre.
Mateo y Lucas tampoco hacen mención de la mula y el buey, y con todo, los incluimos en los pesebres para celebrar la navidad. La incorporación de estos animales a la escena del nacimiento de Jesús procede de un evangelio apócrifo, el Evangelio del Pseudo Mateo, un evangelio compilado en el siglo IX, pero basado en el Protoevangelio de Santiago y el Evangelio de la infancia según Tomás. Ahí se narra, no sólo que el buey y el asno (en realidad menciona un asno, no una mula) acompañan a María y a José cuando nace Jesús, sino que también adoran al niño. E, incluso, varios pintores medievales optaron por prescindir del pesebre y representar pictóricamente el nacimiento de Jesús en una gruta, tal como lo narra el Protoevangelio de Santiago.
Después del Concilio de Trento en el siglo XVI, la Iglesia fue muy estricta en su repudio del arte cristiano basado en los evangelios apócrifos, y las representaciones del nacimiento de Jesús en una gruta desparecieron. Y, quizás recordarás que en la navidad del año 2007, el Papa Benedicto XVI ordenó retirar las imágenes de la mula y el buey de los pesebres en el Vaticano, precisamente porque estos elementos no proceden de los evangelios canónicos, sino de los apócrifos. Este frenesí por conservar sólo lo narrado en los evangelios canónicos también debería conducir a los pontífices a eliminar la celebración de la navidad el 25 de diciembre. No obstante, dudo que eso vaya a ocurrir. Ésa es apenas una entre las numerosas incongruencias en el mundo cristiano.
Por eso, mi querido sobrino, cuando estés en presencia de un belén en estas navidades, debes saber que esa escena es un timo. Quizás sea un fraude inofensivo, y no te propongo que sabotees las figurinas. Pero, al menos, quiero que estés consciente de que lo que tradicionalmente te han enseñado tus maestros cristianos sobre el niño de Jesús, probablemente no ocurrió.
Ello no impide, por supuesto, que celebremos la navidad como ocasión de reunión familiar. Espero con mucha alegría el encuentro de nuestra familia durante la Nochebuena. Se despide, con mucho cariño, tu tío Gabriel.

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