domingo, 19 de septiembre de 2010

4. ¿Nació Jesús de una virgen?



Querido sobrino:

¡No sabes cuánta alegría tuve durante la cena de Nochebuena, al compartir con tus padres, tus hermanos, tu abuela y contigo! Si bien pienso que los eventos que celebra la navidad no ocurrieron, para mí la Nochebuena es un momento maravilloso, para compartir en familia.
También me alegró mucho encontrarme con la tía Julieta, a quien llevaba muchos años sin ver. Como sabrás, Julieta entró al convento muy joven. Ella siempre ha sido una monja muy piadosa, y supongo que nunca ha tenido relaciones sexuales. Cuando fui seminarista, conocí muchas monjas que, según me parecía, sentían mucho orgullo en ser vírgenes. Sospecho que, en este aspecto, varias de estas monjas encontraban su motivación en el modelo de la Virgen María.
Pero, una vez más, me temo que el relato según el cual Jesús nació de una virgen, es un timo. Siempre has sido un muchacho inteligente, y sospecho que tus estudios en biología te permitirán saber que los seres humanos no podemos nacer de madres vírgenes. En otras especies hay, es verdad, casos de partogénesis, es decir, un tipo de reproducción asexual. Pero, eso no ocurre en los seres humanos. De manera tal que sólo por un milagro, Jesús pudo haber nacido de una virgen.
De hecho, la enseñanza cristiana es que, en efecto, el nacimiento virgen de Jesús es un milagro. En otra carta te explicaré por qué no me resulta racional aceptar que los milagros ocurren. Por ello, de antemano creo que el relato sobre el nacimiento virgen de Jesús no es histórico. Pero, además de eso, hay otras razones que me hacen sospechar de esa narrativa.
Así como Mateo y Lucas, aun siendo fuentes autónomas, coinciden en el nacimiento de Jesús en Belén, pero con todo, debemos sospechar de la historicidad de este evento; Mateo y Lucas también coinciden en el nacimiento virginal de Jesús (son, de hecho, los únicos dos documentos bíblicos que hacen mención de ello), pero con todo, semejante evento es muy improbable. En rigor, Mateo no narra propiamente que María fuese una virgen al momento de parir a Jesús. Sólo señala que José no había tenido relaciones con ella, y que María quedó encinta por obra del Espíritu Santo. Ello no impide que María pudiera haber tenido relaciones con otros hombres antes de quedar encinta milagrosamente. No obstante, típico de su estilo, el autor de Mateo sí afirma que todo esto ocurrió para cumplir una profecía, la cual, supuestamente, involucra a una virgen. Lucas, por su parte, sí explicita que María era una virgen al momento de quedar encinta (Lucas 1: 26), pero no explicita que María no tuviera relaciones entre su concepción y su parto, a pesar de que el contexto de la narrativa sí lo presume.
No obstante, lo más probable es que María no fuese virgen al momento de nacer Jesús, y que la historia sobre el nacimiento virginal sea legendaria. Te explicaré por qué. Mateo, típico en su estilo, narra el nacimiento virgen como el cumplimiento de una profecía de las escrituras judías, y cita un pasaje de Isaías 7: 14 como anuncio: “Ved que la virgen concebirá y dará luz a un hijo” (Mateo 1: 23). El mero hecho de que un evento haya ocurrido para hacer cumplir las profecías ya lo hace sospechoso.
Pero, peor aún, el pasaje que el autor de Mateo cita es erróneo. Mateo está escrito en griego y su autor leía la versión griega de las escrituras judías, la cual había sido traducida del hebreo al griego por escribas y copistas judíos en Alejandría durante el siglo III antes de nuestra era. En la versión original de las escrituras judías, el pasaje de Isaías 7: 14 enuncia, no que una virgen, sino una muchacha concebirá y dará luz a un hijo. La palabra empleada en el texto es ‘almah’, la cual significa una joven que apenas ha alcanzado la pubertad. Los traductores de las escrituras judías al griego, por su parte, emplearon la palabra griega ‘parthenos’, la cual no significa propiamente una muchacha, sino una virgen. El autor de Mateo, al emplear la versión griega de las escrituras judías al componer su evangelio, habría entendido que el texto de Isaías se refiere a una virgen, a pesar de que, en la versión original hebrea, sólo hace referencia a una muchacha. Y, a partir de este error de traducción, el autor de Mateo atribuyó un nacimiento virgen a Jesús como cumplimiento de una profecía mesiánica, a pesar de que en ningún rincón de las escrituras judías se anuncia que una virgen dará luz a una figura mesiánica.
No obstante, esta explicación no es absolutamente satisfactoria. Pues insisto, Lucas es autónomo de Mateo, pero con todo, también afirma que Jesús nació de una virgen. En otras palabras, aun si el autor de Lucas probablemente no conoció el evangelio de Mateo, comparte con éste la atribución del nacimiento virgen de Jesús. Ello es indicio de que la tradición del nacimiento virgen no procede exclusivamente de Mateo, y por ende, la traducción errónea de Isaías 7: 14 no es suficiente para explicar el origen de la tradición. Debo recordarte que Mateo y Lucas dependen de una fuente en común, la hipotética fuente Q, pero muy probablemente esta fuente estuvo compuesta por dichos de Jesús, y no incluye narrativas sobre su infancia, de forma tal que tampoco puede atribuirse a Q el origen de la tradición sobre el nacimiento virgen.
Yo me inclino a pensar que la mejor explicación para la tradición respecto al nacimiento virgen de Jesús es su contenido simbólico. La tradición judía era rica en personajes grandiosos cuya concepción había vencido las adversidades. Como casi todos los pueblos semíticos, la fertilidad era una preocupación central entre los judíos, y concebir a un niño en circunstancias adversas siempre se consideraba un augurio de grandeza, pues constituía una intervención de Dios para proveer de fertilidad a la madre, y con esto, sembrar la semilla para un personaje grandioso. El Antiguo testamento es rico en estos temas: Sara, la mujer de Abraham, concibe a Isaac a los noventa años (Génesis 21: 1-2); Raquel, la estéril, concibe con Jacob a José gracias a la intervención divina (Génesis 30: 22-23); la mujer de Manóaj, estéril, concibe a Sansón, con un previo anuncio por mediación de un ángel (Jueces 13: 3-4); Ana, también estéril, concibe a Samuel (I Samuel 1: 1-20).
El mismo Lucas tiene una historia similar que antecede al nacimiento de Jesús. Se narra que el ángel Gabriel se aparece a un tal Zacarías, un sacerdote del templo cuya mujer era estéril, para anunciarle que concebirán a un niño a quien habrán de llamar Juan, el futuro Juan el Bautista. No es muy difícil apreciar el patrón: Isaac, José, Sansón, Samuel y Juan, todas figuras prominentes, son concebidas en circunstancias milagrosas. Y, en el entendimiento de los evangelistas, Jesús, una figura inclusive superior a las anteriormente mencionadas, debió haber nacido en circunstancias milagrosas. En la narrativa de Lucas, el nacimiento de Jesús es circunstancias milagrosas constituye un complemento del nacimiento de Juan en circunstancias milagrosas, pues frente al asombro de María ante el anuncio del ángel Gabriel, éste también le anuncia que Isabel, antes considerada estéril, también ha concebido a un hijo.
Debo admitir, no obstante, que el nacimiento milagroso de Jesús presenta una diferencia respecto a los nacimientos milagrosos de otras figuras prominentes en el folklore judío. Pues, Jesús, a diferencia de Isaac, Sansón, Samuel, María y Juan, nace de una virgen. La explicación que me veo inclinado a ofrecer frente a esta diferencia es que, quizás, los evangelistas estuvieron influidos por mitos mediterráneos similares. Pues, así como el folklore judío era rico en temas alusivos a los nacimientos milagrosos de figuras prominentes, a lo largo y ancho del mundo griego y romano proliferaban mitos respecto a héroes que eran concebidos por vírgenes. El más notorio de ellos es el mito según el cual Dánae es impregnada por Zeus con una lluvia de oro, y así es concebido Perseo.
A mi juicio, el relato de Lucas sobre la virginidad de María debe entenderse a la luz de la naturaleza milagrosa de la concepción de Jesús como futuro mesías. En parte debido al desarrollo de doctrinas posteriores, ha resultado muy común interpretar el relato, no propiamente haciendo énfasis en lo milagroso de la concepción, sino en la castidad de María. Es dudoso que el autor de Lucas tuviese una preocupación particular por la rigurosidad sexual de María. Si bien existían grupos ascéticos en el contexto del judaísmo del siglo I, el cristianismo asumió preocupaciones por la actividad sexual mucho tiempo después de compuestos los evangelios. Lo importante en la narrativa de Lucas es la naturaleza milagrosa, mucho más que la naturaleza casta de la concepción de Jesús.
Creo, además, que no debe desecharse por completo otra posible explicación respecto a las historias sobre el nacimiento virgen. Es considerable la posibilidad de que el nacimiento virgen sea una estrategia empleada por los evangelistas para disimular un estatuto de bastardía. Frente a la incertidumbre de conocer los padres de un personaje, puede intentar escaparse a este problema inventando que, en efecto, el personaje en cuestión no tiene padre, precisamente porque ha sido concebido por una madre virgen.
En una carta futura, quizás podré explicarte que la prédica de Jesús hace especial énfasis en la reivindicación de los marginados por la sociedad judía del siglo I. Y, uno de los grupos sociales más marginados, no sólo por la sociedad judía del siglo I, sino por casi todas las sociedades que han existido, es el conformado por los bastardos, los hijos ilegítimos. No es enteramente desechable la posibilidad de que Jesús haya sido un bastardo, y que a partir de su rechazo en función de su condición, haya configurado buena parte de su prédica social en torno a la reivindicación de los excluidos. Con todo, las historias sobre su nacimiento virgen serían un intento por disimular sus orígenes vergonzosos.
Algunas referencias en los mismos evangelios canónicos obligan a pensar un poco más sobre esta posibilidad. Juan narra que, durante alguna ocasión en disputas, los adversarios respondieron a Jesús así: “Nosotros no hemos nacido de la fornicación” (Juan 8: 41). Quizás, esta respuesta refleje los intentos por ridiculizar a un hijo ilegítimo, en la medida en que se le recuerda que ellos, a diferencia de Jesús, no han nacido de la fornicación. Además, en el mismo evangelio de Juan se narra que, con mucha ironía, los fariseos reprochaban a Jesús: “¿Dónde está tu padre?” (Juan 8: 19).
Quizás la ilegitimidad de Jesús no sea más que una hipótesis. Existen indicios, pero distan de ser conclusivos. Con todo, desde fechas muy tempranas, hay noticias de que los adversarios del cristianismo atribuían a Jesús un origen bastardo. Celso, un elocuente filósofo romano del siglo II con animadversión al cristianismo, sostenía que Jesús era el hijo bastardo de una unión de María con un soldado romano de nombre Panthera. Y, este mismo tema sería recapitulado por algunos autores del Talmud (el conjunto de tratados rabínicos surgidos en el judaísmo posterior al nacimiento del cristianismo), quienes hacen referencia odiosa a un tal Yeshu Ben Pandera (quizás ‘Jesús, el hijo de Panthera’), señalando, de nuevo, el origen ilegítimo de Jesús.
Ni Celso ni las fuentes talmúdicas son muy confiables, pues resultan demasiado tardías y contaminadas por los prejuicios en contra de Jesús y el cristianismo. Pero, al menos en el caso de Celso, conviene contemplar la posibilidad de que su alegato no sea estrictamente producto de su imaginación, sino que quizás recapituló alguna tradición oral que circulaba entre los detractores de Jesús.
En todo caso, no es enteramente implausible que, en efecto, Jesús fuese el hijo ilegítimo de María con un soldado romano. La violación tiene una amplia historia en el mundo mediterráneo, y es perfectamente concebible que los soldados romanos, en tanto invasores de un pueblo que empezaba a demostrar focos de resistencia, empleasen la violación como medio para aterrorizar a la población y asegurar su dominio. Nuestra sensibilidad moderna propicia que sintamos compasión por las mujeres violadas, pero en el mundo antiguo, y en especial entre las culturas semíticas, la mujer violada, mucho más que ser considerada una víctima, era considerada adúltera. De hecho, trágicamente, en algunas regiones del mundo musulmán aún se juzgan, no propiamente a los violadores, sino a las mujeres violadas, con base en el delito de adulterio.
Si se aceptare que Jesús fue un hijo ilegítimo, entonces podrás preguntar: ¿qué papel desempeña José? Es dudoso que, si fuera víctima del adulterio (o que su esposa fuera violada), José adoptara a Jesús como hijo propio. Si bien la sociedad moderna es más tolerante respecto a estos hombres piadosos que perdonan el adulterio y crían su fruto como hijos propios, los conceptos del honor en las sociedades semíticas antiguas lo hacían muy difícil de aceptar. De hecho, el mismo Mateo narra que José, ante la sospecha de adulterio, estaba presto a repudiar a María. De manera tal que, si Jesús era hijo ilegítimo, muy probablemente habría sido abandonado por José.
O, quizás, el personaje de José es legendario; a saber, una estrategia, lo mismo que el nacimiento virginal, para disimular la bastardía de Jesús y su carencia de padre. El simbolismo en torno a la figura de José según el relato de Mateo permite considerar la posibilidad de que se trate de un personaje ficticio; pero, una vez más, se trata de una mera hipótesis sin fuerza conclusiva.
El esposo de María no es el primer José que aparece en la Biblia; antes bien, Génesis incorpora un ciclo narrativo sobre un personaje llamado José. El padre de este José se llamaba Jacob; asimismo, José soñaba mucho y tenía un talento para la interpretación de los sueños; y gracias a su migración a Egipto, pudo salvar a su familia de una severa hambruna. Pues bien, en la genealogía de Jesús ofrecida por Mateo, el padre de José, el esposo de María, también se llama Jacob. Y, como el José del Génesis, el José de Mateo también tiene una vinculación especial con los sueños; de hecho, Dios se comunica con él a través de los sueños en tres oportunidades: para anunciarle que María ha sido engendrada por el Espíritu Santo (Mateo 1: 20), para anunciarle que huyera a Egipto (Mateo 2: 13) y para anunciarle que regresara (Mateo 2: 20). Más aún, como el José del Génesis, este José migra a Egipto para salvar al niño que, según el mismo entendimiento de Mateo, salvará a su pueblo de los pecados (Mateo 1: 21).
Estas semejanzas podrían no ser fortuitas. Quizás, el autor de Mateo, en su estilo característico de narrar eventos que hacen cumplir profecías y adornar historias con un simbolismo procedente de las escrituras judías, elabora un ejercicio de arquetipos al presentar al esposo de María como una recapitulación de uno de los personajes más importantes en los ciclos narrativos sobre los patriarcas de Israel.
En todo caso, debo admitir que la hipótesis de José como personaje ficticio tiene en su contra, una vez más, el hecho de que José aparece en la narrativa de Lucas, y es nombrado por los otros dos evangelios, Marcos y Juan. Si José es un personaje inventado por el autor de Mateo, habría que explicar cómo los otros evangelistas también lo inventaron (¡y con el mismo nombre!).
En función de esto, me inclino a pensar que Jesús no nació de una virgen, pero tampoco que fue un hijo ilegítimo, a pesar de que sí creo que hay mayor probabilidad de que sus adversarios le acusaran de haber sido un bastardo. Un escenario por el cual me inclino es que José pudo haber tenido relaciones sexuales prematrimoniales con María, y producto de esa unión, habría nacido Jesús. Así, si bien no propiamente un bastardo, Jesús no era enteramente legítimo, pues había sido concebido fuera del matrimonio. Y, con todo, José no habría abandonado a Jesús, pues aún lo consideraba su hijo.
Sea como sea, querido sobrino, el caso es que Jesús no nació de una virgen. Piensa en todas las pinturas, esculturas, fechas del calendario y supuestas apariciones marianas que el mundo católico ha dedicado a María, la madre de Jesús, a partir de su supuesto parto virginal. Es, sin duda, uno de los mayores timos sobre la vida de Jesús. De nuevo, no te propongo que mortifiques a la tía Julieta con estos datos que te he ofrecido; pero sí te propongo que tú consideres críticamente esa tradición. Se despide muy cariñosamente, el tío Gabriel.

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